Una poesía de primavera.(Libre)

El frío mármol del borde de la fuente traspasó la tela de su blusa al apoyar la espalda. Un gemido de disgusto salió de su boca, con la cual hizo una mueca, moviendo un poco su cuerpo para acostumbrarse a la temperatura. Aunque el sol no amenazaba con irse parecía que el material siempre estaba frío, de todas formas, le sentaba bien para un día en el que hacía un poco de calor.
Lo que más le agradaba de la primavera, era no tener que vestirse con aquellas capas enormes de ropa que eran tan necesarias en invierno. Era como el equilibrio perfecto entre frío y calor, además de que el paisaje parecía explotar en belleza, y todos los árboles se vestían de colores vivos. Una visión muy cursi para muchos, pero para ella, era la imagen de la vida misma.

Recogió una pierna, y dobló la otra en el suelo, apoyando el pequeño cuadernito en la rodilla, y dejando a un lado el bote minúsculo de tinta que siempre cargaba junto con su pluma. Los árboles al rededor de la fuente lucían rosa, blanco, amarillo y morado. El pasto y los arbustos presentaban distintas tonalidades de verde, claros oscuros, intermedios, casi imposible de describir, y cuando el viento pasaba por entre las ramas, hacía bailar los colores de una forma exquisita. Sintió la pequeña brisa tocar su piel y cerró los ojos esbozando una pequeña sonrisa. El ambiente olía a flores, y solo se escuchaba el canto de decenas de pajaritos que iban y venían, mezclado con el rumor del agua cayendo en la fuente.

Y entonces el recuerdo de las tantas primaveras vividas en Viena, los viajes a Graz, a las pequeñas ciudades como Kapfenberg, Bruck, todos aquellos rincones de Austria que la habían visto crecer esas 19 primaveras. Todos rodeados de árboles frutales, ciruelas, los manzanos que florecían en otoño y no se cansaban de regalar sus encantos. Un suspiro se nostalgia se escapó de sus labios y se obligó a abrir los ojos para volver al presente. Si tan solo Adalia estuviese allí...
Sacudió la cabeza dos veces para botar por la borda esos pensamientos. No había más tiempo de lamentos, eso había quedado atrás. Además, no era como si el presente fuera tan malo, ¿verdad?...
Bajó la vista y se puso un mechón de cabello detrás de la oreja. Mejor se concentraba en su nueva poesía, esos recuerdos y vistas primaverales habían comenzando a hacer efecto en su inspiración.